lunes, 13 de octubre de 2008

El viaje del corazón Cap. II



Por donde se supone que debí comenzar


Un día miré las montañas que dan hacia el oriente, y noté como se dibujaban y desdibujaban con bordes irregulares cual recortes caprichosos de una inmensa mano. Y pensé: -debe haber algo más para mí detrás de esas montañas-. Si tan sólo tuviera alas, si tan solo pudiera escapar de todo por lo que trabajé tantos años, si tan solo supiera que me ata, si tan solo… Pffffhh…

Me disponía a seguir “la línea”, la misma que me llevaría de cada amanecer a cada anochecer y mañana sería igual, sólo que jueves, martes, domingo u Octubre. ¡Que importa! Si el sol lo invade todo por el Este perennemente, y se fuga sin remordimientos por el Oeste., ¿por qué yo sería diferente? ¿Qué me hace menos efímero que las mismas flores? Todo eso pensé mientras me ataba las agujetas.

¿No les ha pasado que en un momento de introspección el tiempo se encoje y lo que es para alguien unos segundos se convierte para otro en un lapso de taciturnidad?

Tal parece que mientras yo estaba en mi viaje “al mundo de lo que yo quiero, pero no quiero”, un viajero de verdad tocaba a mi puerta. A primera vista se miraba desgarbado, lánguido de cansancio y con una mirada de celestísimos ojos semi oculta entre unos pesados párpados. Buscaba un hostal, o un lugar para comer y dormir, solo quería descansar. No me dejó de sorprender la cantidad de artilugios que colgaban de su mochila y la extraña bicicleta recostada más atrás en la cerca de mi casa. El hombre tenía un acento un poco gracioso y brusco a la vez, que contrastaban con su mirada noble y fatigada. Tan pronto se quitó la carga de su espalda le ofrecí una mecedora en mi porche y fui por una jarra de agua, cuando regresé había desempacado una suerte de cilindro metálico con un aro más pequeño en el centro, en la cual rascó una cerilla y provocó una fogata “portátil”, tomó el agua y la puso a hervir, y en cuestión de minutos un amaderado aroma a café como el que nunca había tenido el gusto de disfrutar inundaba mi casa. Este hombre venía de más allá de las montañas.

No hay comentarios: